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TODOS PODEMOS ESCRIBIR

Hace poco mi mente comenzó a deambular, quizá por una perenne necesidad de estar presente en mis largos ratos de ocio, o de comenzar a preguntarme el porqué las nuevas generaciones de lectores rinden tanto culto a lo que a mi parecer son mal denominadas obras literarias como H. Potter y Crépusculo, y que en cierto sentido se agradece sean la puerta de entrada a la lectura cuando existe tanto abandono a ella; pero no era tanto la lectura la que obstinaba mi cabeza, sino más bien la escritura quien con avidez se azotaba en el lóbulo frontal de mi cabeza pues últimamente había leído y mirado a varios “escritores” postmodernos minimizar lo que en realidad era la escritura y con ello pensar que ser una J.K Rowling o una Mayer les convertía en los escritores más audaces del universo.

Entonces me rehusé a ser eso, a ser una escritora, si ello representaba vanagloriarme de cada uno de los logros obtenidos escribiendo, si eso representaba ser un ente narcisista aplaudido por mis amigos y familiares, si ello representaba minimizar las ideas de mis iguales porque todas ellas aún cuando en desacuerdo me encuentre son tan validas como las mías y entonces recordé que en el deambular de mi mente figuraba un articulo muy interesante que citándole decía así: “ANTES SE APRENDE A MORIR QUE A ESCRIBIR”, y será tal vez como decía entonces Justo Navarro ser escritor cuando ya se sabe escribir (porque lo cierto es que todos somos escritores desde que aprendimos a escribir sino no existirían en el mundo cerca de 48 millones de blogs de escritura, de corporaciones, de columnistas de noticias, etcétera.) es convertirse en un extraño, en un extranjero, escribir bien decía él: es hacerse pasar por otro, escribir: es dejar de ser escritor o de querer parecerte a Mastroianni para simplemente escribir, escribir lo que escribirías si escribieras en caso de que tu no existieras, porque el autor moderno saca historias de su propia existencia, he ahí el premio nobel de Literatura que contaba sus vivencias a través de cambiar el nombre de su propio personaje, un plagio a su vida misma, un plagio interesante, cuántos nobels entonces existen en el mundo que ni siquiera les notamos si ser escritor de su propia vida fuera premiado ¿cuántos diarios serían hermosas autobiografías con nombres inventados? .
Y por otro lado ello no es para menos pues en estos tiempos modernos me alegra en lo personal que tanta gente escriba y utilice dichos medios para hacer irradiar sus ideas de escritor, pero a mi parecer autodenominarse a sí mismo escritor, literato, intelectual es intentar llenar un saco muy grande por ejemplo el saco de Shakespeare, de Kafka, de Camus o de Marx…. Dicho de otro modo les falta mucha sal a estos nuevos platillos, mucha crema a los tacos y demasiado amor a otras cosas que no sea a sus diarios electrónicos, a sus notas personales, a sus espacios virtuales donde cada día se postee una medalla de su vida una reflexión u alguna epifanía de pronto concebida por generación espontánea; confieso entonces yo no soy una escritora, sencillamente se escribir, pues no tengo editorial que me constituya como escritora, no tengo libros o —si así quieres verlo— simpatía pública. Yo no hago comentarios críticos de documentales y mucho menos me dejan hasta el final de las bibliografías de los libros. No, no tengo empresa, no me interesa vender frases, estilos, pulir la técnica o vivir el momento para poder escribirlo, no me hace falta experiencia y —peor aún— no la necesito porque, dentro de todo, no quiero ser escritora si ello significa ser un best seller o vanagloriarme y admirar todo aquello que escribo.
Quizá no soy escritora porque no me desvela el sinónimo de alguna palabrilla nimia, no despierto exaltada creyendo encontrar el sinónimo que encaje, que no lastime ni sublime el párrafo entero. No describo lo que vivo en el transporte, en el sexo, en la avenida, en mi casa, con el pasado de mi propia existencia ni con el futuro de ella, nada de eso me importa.

No, no soy escritora en todo caso, nunca he viajado al extranjero a conocer técnicas españolas, argentinas o colombianas para consagrarme como una letra propia, ni siquiera les importo, porque no soy escritora simplemente se escribir, sin sintaxis con mi terrible ortografía y mi puntos y comas volando por doquier y por donde no también.
Me sonrío cuando en medio de la charla alguien me dice “Yo soy escritor….”, como si fuera una receta de presentación, como si fuera un cigarrillo entre comidas, como si ser escritor te hiciera intelectual, bohemio, mordaz, literato y lo que es peor artista, y es ahí donde me río porque la gente no decide por si misma que es un escritor, la gente escribe y son otros quienes juzgan si aquello que tu escribes vale la pena para ser cultivado, irradiado y por eso Mayer es una escritora y Rowling también aunque muchos de los verdaderos escritores se encuentren a su sombra porque los grandes árboles postmodernos no dejan que se mire a los verdaderos dulces frutos de escritores aún no corruptos con sus propios egos.
Tuvo a bien decir mi profesor Zarsoza que un escritor no se hace, sino que nace. Pero yo no estoy hecha. No soy invitada especial de la radio. No medito la poesía; no creo versos, en su realidad suspendida, en su ficción a medias.
Lo que si el vicio por destrozar las letras y aventarlas en algún espacio donde mi sombra me cubra son muy buenas porque aunque no soy escritora, si escribir lo llevo en la sangre y escupo reafirmadamente la sintaxis. Y si me lo preguntan también creo que que para escribir no es tan importante tener la boca abierta, sino los ojos y los oídos.
Por eso no quiero ser escritora, yo busco ser un imaginante, porque el escritor grita a los cuatro vientos que es escritor mientras que el imaginante sabe que contar por medio de las letras no significa gritar, sino susurrar al oído de una persona que está concentrada como tú cuando lees estas líneas y entonces haces de tu texto un diálogo entre el escribano, el imaginante y su lector, y ese dialogo se multiplica, se divide y es matemática y políticamente correcto después de mucho tiempo en las sombras llamarlo literatura verdadera literatura , atravesada por los susurros de muchas generaciones en el tiempo plasmadas de boca en boca, criticadas, alabadas pero jamás mancilladas con el nombre de best seller y seguramente tampoco arruinadas por el ego de los autores porque Shakespeare simplemente escribió porque sabía escribir y no porque se considerara un escritor…se hizo un dramaturgo famoso por las criticas y después por los aplausos.



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