Sombra Espectral

Ese fuego abrazador que quemará cada estupidez sin sentido que muestras ante todos.

¿Puedes redimirme? No hay nada más alentador que el dulce olor de tu piel quemándose ante un frenesí que en mi interior he creado.

El infortunio de los ecos mudos que habitan ésta cueva, saldrán para recorrer todo un mundo desterrado al dolor y la miseria.

No cierres los ojos evitando observar el claro indicio de total perdición; cada noche evitas el recorrer del cielo ante un mar ondulado sobre las huellas que brotan, como aquellas primeras raicillas que del lodo nacen para dar fruto a un nuevo nacimiento.

Me anhelas, como aquél paseo sobre las hojas secas que crujen bajo nuestros pasos; como la Luna a la noche para exhibir su frívolo brillo; como las aves que acarician con sus alas el más extenso cielo, sin querer descender. Sí, me anhelas, como aquél moribundo anhela la muerte, así es de grande tu deseo.

Sopesas las opciones, cada elemento que haga que esto sea cumplido, pero no puedes, nunca has podido. Ni los roces a las más finas rosas que alguna vez deseaste, ni los cantos de jilgueros a los que la libertad les arrebataste, ni a tu ser que se regocija tras cada encierro de un alma nueva. A nada, a nadie, ni al mundo, ni a ti.

Cada huella que ahora se humedece a tu paso te obliga a ser cauteloso. No quieras correr cuando ya no sabes caminar sobre la vereda de tu grandeza. No quieras engrandecer tus pasos ahora que ya no pisan con firmeza ni imagines tus manos acariciando el contorno de la victoria que decías saborear. Ya no, ya no ahora, ya nunca más.

Cierras los ojos protegiéndote de la sombra que cobijará por siempre tu ser, tu existencia, tu alma. Aquella que ocupaba el cascaron vacío de tu cuerpo sin llenarlo, la que refulgía cada anochecer cuando sucumbías a los sueños, la que ahora ya no es más ni existe bajo la temible tempestad de la marea negra que ahora ya no eres capaz de contemplar.

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