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Erotismo de un amor fingido

Aludes con tu sordo mirar a todas aquellas personas que ves pasar; contemplas los andares perdidos de toda una vida, de toda una inservible existencia.

No conoces la perdición; has vivido en mundos de pasión desmedida; mundos en donde crees conocer el significado del goce.

Juegas un juego en donde no conoces las reglas. Apuestas a favor de algo que lleva toda la eternidad perdiendo. Juras en momentos donde la lealtad es una máscara en donde se esconden los amantes infieles.

¿Qué no te basta el camino que haz recorrido? Mira a tu alrededor; mira todo lo que has creado y dejado a tu paso. ¿Satisfecha? ¿Guardas en ti solo un mínimo de decencia? ¡Hipócrita! ¡Egoísta!

¿Cuántos besos has dado? ¿Cuántas almas ya has quitado? ¿A cuántos has dejado sumidos en una horrible perdición a causa de tu inagotable pasión?

“No oyes, no entiendes, no ves… Sólo gozas.” ¡Sí, gozas! Gozas la consecuencia de tu falso amorío; gozas la crueldad de tus besos fríos; gozas el abrazo carente de amor y disfrutas el lapso de excitación a causa del intercambio de caricias y besos.

Infierno. Infierno es tu mirada y tu piel es condena. Condena de aquellos que te juran sinceros su amor, y tú arrebatas con un beso el exhalar de su sentido; los revuelves, los confundes. Y vuelves a jugar el juego en donde el amor es tu diversión y el éxtasis de las caricias prohibidas tu adicción.

Adoras que te adoren. Amor fingido. Pronuncias palabras y frases que jamás sentirás. Rompes promesas antes de ser prometidas. Firmas tu propia condena. Creas tu propio infierno. Indefenso el que cae en tu asquerosa trampa; y como viuda negra, inyectas el veneno de tu sensualidad en su boca, mientras corroes lentamente por dentro el alma, siendo abatida por tus frágiles pero mortíferos movimientos estratégicos.

Erótica. Dibujas el erotismo a lo largo de tu cuerpo, rasgando tus piernas y rozando tu pecho. Invitas a tu propio infierno a decenas de mortales dispuestos a entregarte, ignorantes, su corazón.

Fuego. Eres fuego inagotable, donde las quemaduras son tus besos y las cenizas los sentimientos de un nuevo invitado a tu propio juego.

Y se acerca… Ya está muy cerca… Sólo espera. El condenado. El último invitado. Te hará sucumbir; en donde el reloj marca en sentido contrario la hora en que tu propio fuego te hará extinguir el sucio juego de la condena.

Isabel N. Osnaya

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