EL AMOR QUE ME INVENTARON.
(Parte 1)
Estoy aquí sentado mirando las
nubes, últimamente solo les puedo mirar como instantes lejanos; el presente y
el pasado se mezclan con el olor a cigarro, es tiempo de modificar esos dañinos
hábitos que solo me dejan un mal olor en el cuarto y un mal sabor en la boca.
Casi pensando qué sería de mi
vida si hubiera “triunfado”, no estaría sentado con el olor, ni con la máquina
perene a su lado; comenzaba a observar las historias de un infortunado y esas
mismas le hacían escribir; y aquí es donde comienza esta historia, la historia
del amor que me inventaron.
Cuando era muy joven, solía mirar
a las parejas adultas y adolescentes besar sus labios, les miraba sonreír
contentos; también solía sentarme en el parque a ver pasar a las parejas, cabe
resaltar que para un niño de ocho años debería resultar asqueroso mirar a la
gente cuando se besa, se abraza o se toma de la mano.
Pues yo fui un niño de ocho
ayeres muy distinto a lo que eran los de antes y a lo que son los de ahora, con
sus chips insertados en la masa
encefálica; sí y aunque no me lo crean, es que ahora sí parece que nacen con
una tendencia extrema a todas esas cosas electrónicas que parecen adheridas a
sus dedos; navegan en millones de páginas y cual sanguijuelas absorben de una
manera increíble y casi indispensable la información de internet; pero bueno
otro día ya contaré a los absorvedores de información modernos. Este día la
cosa es distinta, como yo…
Pues decía que me encantaba
sentarme en el parque a mirar a las parejas; era un niño inquieto y romántico,
que quería ser el príncipe de una cenicienta, de una bella durmiente, de una
sirenita; esas cosas hicieron que la gente me mirara extraño; o yo era
demasiado precoz, o era demasiado gay, la cosa es que mis gustos por ser un
observador del amor, pagaron muy altos precios de bullyng, de rompimientos
amorosos, de cachetadas y de mil veces que me llamaron simplemente “loco”.
Pero todos ellos estaban
equivocados por completo, ni yo era gay y aunque lo fuera ¿qué?, ni demasiado
precoz; el despertar de mi intriga no era un asunto de sexualidad, sino de
sentimientos, (esta bien, parezco un poco gay diciendo aquello, pero otra vez
¿qué?); digamos que tan solo era más sensible que la mayoría y que el misterio
del amor me atraía inmensamente.
Así pues bajo el influjo del amor
comencé a estudiarlo, para que cuando llegase a mi adolescencia pudiera
practicar el “felices para siempre”; lo
que quizá nadie me explico es que llenando mi cabeza de tantas cosas
fantásticas no iba a conseguir el amor de mi vida, o mi media naranja o mi alma
gemela; porque en las cuestiones del amor nunca hablan del solo, del abatido,
del abandonado; sino de la pareja feliz, del final hermoso, de vivir a su lado,
de que ella o el sean el centro del universo. Del hombre y de la mujer, no del
hombre y el hombre, o de la mujer-mujer.
Fue tan difícil comprender que el
amor que me inventaron, que me inculcaron, era en realidad todo lo contrario a
la verdad que ocultaba el manto del amor.
Wao.... espero con ansias la 2da parte.....
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