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FIGURAS URBANAS


INTRODUCCIÓN A LAS FIGURAS URBANAS

  
Hacía ya bastante tiempo en mis impulsos he querido escribir sobre historias de observaciones casi involuntarias en la gran ciudad de México, más específicamente hablando del estado de México y el Distrito Federal, a modo muy particular, las “figuras urbanas” son parte de la imaginación de esta escritora y parte de la necesidad de verter algunas historias que suele uno encontrarse por las calles; lo cual implica que todo parecido con la realidad resulta una mera coincidencia complementada con un poco de detalles y narrativa propios de la autora ( o sea yo) misma que recibe con los brazos abiertos cualquier crítica al contenido de dichos escritos, pues son las críticas las que engrandecen mientras los halagos realizan el acto propio de la desfachatez de intentarse colocar la etiqueta de los mejores “escritores”.  

 
Así pues esta saga de figuras urbanas se verá matizada de observaciones y de anécdotas que en ningún sentido pretenden reflejar una realidad de las calles de la ciudad, pero tampoco pretenden arrebatar historias poéticas ni líricas de las vidas ajenas; más bien leámoslas solo como un impulso; ya que los personajes en algunos casos serán ficticios, otros cercanos a la propia observación y otros más serán parte del particular magín que envuelve al adicto de las letras.



FIGURAS URBANAS I

“Metalera y Microbusera”

 

 Eran las cinco y veinte de la mañana y como desde hacia algunos días ella se preparaba para salir; se escuchaba el ruido de los camiones y microbuses en los andadores, los checadores gritaban los diversos destinos de salida del metro Rosario. Ella estaba sentada frente al volante, con su ropa toda negra, su corte de cabello estilo Heavy Metal, sus ojos delineados de negro, y una sonrisa que intentaba ocultar su nerviosismo. Uno de sus compañeros intentó un chiste que apenas y logró arrancarle cierta mueca que podemos tomar como media sonrisa. Tomó su tarjeta y la pasó al hombre que anotaba las salidas del andador; el hombre le deseo suerte en el día, ella con su melódica voz, le agradeció.

 

Los pasajeros comenzaron a abordar, sentándose precipitadamente sobre los lugares vacíos, ella sonrió una vez más y extrajo de una cajita un cd y una vara de incienso que colocó sobre su ventana, justo a un lado del volante. Miró por última vez hacia la puerta de entrada del microbús, observó la estampilla de Him con su largo corazón negro en el parabrisas, acomodó su cráneo falso que parecía darle la salida ese día, dijo algo susurrando y encendió la barita de incienso, se sentó en el sitio del conductor, para sorpresa de unos y para molestia de otros; a ciencia cierta no podría decir que fué, sí, porque ella se sentara en ese sitio o por el potente olor del incienso desprendido hasta las narices de los usuarios.

 

Arrancó el bus, y comenzó el trayecto, una cosa muy extraña; para los microbuses mexicanos lo políticamente correcto pareciera ser que el conductor casi como por consigna, ponga música... pero no cualquier música, en los microbuses suenan los éxitos del momento, las cumbias más sonideras, las rancheras más cortavenas , las regaetoneras más sexoseras y claro no puede faltar la música de banda con corridos, injurias y despechos.

 

Pero en esta ocasión y lejos de todas las expectativa de éxitos gruperos, de estaciones de radio en algunos casos poperas donde lady gaga es protagonista, ama y señora; de la Z a todo volumen y de otras radioemisoras;  casi de manera inverosímil, la mujer que está sentada frente al volante y que realiza pardas continuas, que amablemente les habla a los usuarios. Toma el CD que tiene cerca de sus manos, lo coloca en el reproductor y comienza a sonar un ruido extraño que deja a los usuarios atónitos ante tal música, que parece venir de ultratumba y que suena como un extraño lamento; el ambiente se llena de incienso;  aquel lamento que necesariamente es una guitarra eléctrica, despide de sus acordes la fuerza de los guerreros del metal.

 

Algunos usuarios ante tal extrañeza parecen mirar con más detenimiento la decoración del microbús, sienten aquel aroma de incienso llenando sus pulmones; observan calcomanías de una infinidad de grupos “metal”, hombres de largas melenas, que parecen cobrar vida a únisono con la introducción de aquella música para algunos celestial, para otros demencial.

 

La voz del cantante retumba de pronto; de los altavoces parece salir un himno, es necesariamente un himno a la oscuridad de los hermanos metaleros, la canción se titula “Fear of the Dark” del afamado grupo Iron Miden, pero muchos de los usuarios no lo saben, intentan descifrar qué diablos dice tal canción, intentan comprender cómo es qué han subido a ese microbús tan específicamente distinto.

 

La mujer que va al volante también es en todos los sentidos diferente, primero... porque es mujer y a muchos...  irónicamente en tiempos actuales les parece extraño que existan mujeres microbuseras, y sobre todo porque la ruta del Rosario al Toreo por armas es casi exclusivo del reinado masculino, pero verla ahí se transforma casi en un hecho insólito, sin embargo lo que  convierte  a esta figura urbana en una figura destacable no es el hecho de ser mujer, sino de que es una guerrera, y dicho en todos los sentidos, es una guerrera del metal.

 

Al subir los pasajeros sienten el impacto del incienso, algunos de los que están sentados se tapan la nariz, otros siguen intentando descifrar la siguiente canción, otros que vienen acompañados de amigos, familiares o compañeros, se lanzan miradas de curiosidad o de complicidad, otros esbozan sonrisas, otros duermen, ella canta... y yo le hago coro...”we're blood brothers”.

 

Esta figura urbana seguirá su camino, con sus estampillas metal, con sus canciones de Maiden, y yo... debo seguir el mio, pero antes de bajar en el acostumbrado paradero no pierdo el tiempo le agradezco que haya hecho el día, ella me regala una sonrisa.

 

Al bajar miro como el metal-bus se aleja y pienso, ¿por qué en esta ciudad aún el sexismo y los prejuicios tienden a continuar?, y sigo pensando en las N posibilidades del destino, intentando descifrar aquella última y enigmática sonrisa: quizá aquella mujer se escuda en su imagen para no ser marginada por sus compañeros de trabajo, o quizá esa imagen le crea cierta reputación, o quizá simplemente le  gusta tanto el metal que lo comparte con los demás.

 

No se si encontraré de nuevo al metal-bus, espero que sí, mientras debo colocarme mi propia máscara, es la hora de trabajar. 

1 comentario:

  1. que le suban a la musika de banda ta genial, ire mz por el chayito chanzon la encuentro hahaha!

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