Anoche soñé contigo...

Anoche soñé contigo. Fue la más vívida experiencia
el poder tenerte entre mis brazos y estrecharte,
estrecharte muy fuerte contra mi cuerpo.
Besarte, como aquella vez en donde no había nada;
en donde nadie cabía en nosotros. En nada.

Anoche soñé contigo, acariciando tu cabello y tu rostro;
y mirando tus ojos de nuevo pude contemplarte.
Contemplar tu delirante contorno y tu tierna sonrisa
que me demuestra la grandeza de tus sentimientos.
Anoche soñé y viví de nuevo por un momento
la sensación de que eres sólo para mí y que yo,
egoísta, imploro a los Dioses jamás te alejes.

Soñé volar, sentí caer. Fundirme contigo en un abrazo.
Creí ver las líneas del sonido, aquellas que hacían
nuestros corazones al intentar acompasarse.
Sentí tu cuerpo arder, vi tus ojos humedecerse.
Sentí la pena de mi alma al mirarte desolado.
Sentí el dolor de tus ojos al ya no encontrarse con los míos.

Abracé nuestras almas desconsoladamente, fuerte;
juré mi amor incansablemente susurrando lento y claro
cerca de tus oídos. Repitiendo mil veces, mil veces más.
“No vamos a dejarnos.” Pues no vamos a dejarnos.
Soñé nuestra cercanía, soñé tu calor. Soñé tus ojos,
cálidos bajo la luz del alba. Bajo la propia luz que despedimos ambos.

Anoche soñé contigo y vaya que volvería hacerlo.
Terminé por enjugarme las lágrimas al despertar
y percatarme de que ya no estabas a mi lado.
Lloré amargamente tu ausencia en mi habitación desolada.

Soñé contigo, sí. Soñé el secreto de tus ojos mirándome
y la magia de tus labios cuando rozaban lentamente los míos.

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