Como la estocada final de la indecencia a mi atormentado corazón. Aúlla
intranquilo, esbozando su débil sonrisa que ha sido arrebatada por los
complicados andares del colapso.
Así hozan alborotar cada rasgo indefinido del tiempo, que araña cada
maldito segundo que pasa por todo este horizonte que no se puede ver. Aún no se
puede ver.
Si me permitieran decir un conjuro para poderlo sembrar en cada
silencio que ahora cae a las hojas rojas. Si se pudiera gritar la desgarradora
profecía que se hallaba escrita en el libro más antiguo del mundo, jamás leído.
Si dejaran que rompiera los cristales que la humanidad considera puros y
limpios del pecado… ¿Qué gano yo? La fuerza no se sobrepone a lo liderado a tu
placer. Lo acallado no se libera con sólo dejar brotar cada asqueado escepticismo
de tu locura.
Mata los cielos que con seda fueron tejidos para adornar cada jodido
amanecer a los árboles con mil hojas avivado. Acribilla la moral que no ha
terminado de morir a la luz de tus ojos que discretamente dejan de mirar el
ostentoso bosque que no da para más ni una brisa para respirar. Ata las
liberaciones que jamás fueron libres por basarse en la cobardía del individuo
que se dejó sucumbir por la noche sin luna que se mostró el día de hoy,
pareciendo no tener fin.
No doy una, no doy más. No será para acallar mi silencio más de lo
normal ni para levantar el muro que me permitiste derribar. Se considera que el
orgullo ha permitido plasmar la idea que corrompe los sentidos de un alma que
ha sido marcada impuramente con el sucio cordel que ahora lleva en el tobillo.
Se vuelve también el gris oscuro un poco más oscuro sólo por sostener en alto una
alianza que fue más la rendición del propio aliado.
Harta el siempre tener el argumento más estúpido con el cuál responderle
a cualquiera que no se permite el acceso a la sintonía, sólo como minimizando
la gravedad del caos provocado por los escombros aún no removidos de la torre que
vigilaba los pasos de las ánimas que consiguieron sobrepasar los límites de la
incertidumbre en tu libertad. ¿Mi libertad? Se corrige mil veces a sí misma por
no obtener siempre el resultado que se espera mucho antes por lo indagado.
Como se actúa siempre que se puede para corroborar que no hay más que
el llano sólido como roca que con el viento se hunde para convertir el cielo en
suelo. Como si se dibujara hipocresía para no sentir el pinchazo agudo de mil
espadas atravesadas contra el pecho. Como se espera, desde ahora, que la sonrisa
esbozada por aquél corazón se desdibuje poco a poco sólo por la sangre que se
derrama, sin más, para dejar el paso al vacío que sigue después de su ausencia.
-Weiter
Das Kind
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