Este pedazo de mí se
ha desprendido para que lo cubras con tus manos.
Que largo es el camino del
enamorado, cuando busca su alma gemela mientras mira en su regazo, a veces deja
de soñar el corazón, porque el miedo de perder le quita el aliento, le roba
toda ilusión; creo que le han llamado melancolía, creo que le han llamado desidia
y monotonía.
A veces me pregunto yo a dónde
van a vagar todas esas almas perdidas con los corazones rotos y los pies
cortados por andar sin encontrar.
Almas inmortales clavadas en el
suelo, largos terrenos donde la muerte resuena, recuerdos y pedazos chiquititos
de tristeza, donde antes las sonrisas solían reposar, ahora los cuervos tienden
a morar sobre ellos, carcomiendo sus ojos y sus dedos.
¿Por qué destruyes un corazón?,
¿por cansancio?, ¿por desamor?; empiezas a amar de verdad cuando puedes observar
con esa visión microscópica los defectos
del otro, y entonces, lo que antes te gustaba, lo detestas a morir, no puedes conseguir que el dolor se apague si es que
eres el lastimado, no puedes conseguir que la ira se calme si eres tú quien
estás lastimando.
Y entonces seas uno o seas el
otro, sabes que sus caminos se separan, uno más dichoso y el otro destrozado,
morando en la soledad.
Cuando piensas que nunca
encontrarás a alguien más, a alguien así, cuando crees que has perdido al sol,
aparece el silencio y la inmensidad, y una pequeña estrella comienza a titilar
suavemente en el firmamento; le sonríes y avanzas hacia ella con tímidos pasos
infantiles, te deseas aferrar a aquella luz en medio de tanta soledad.
Y caminas y caminas, casi sin
darte cuenta que la estrella se encuentra millones de años luz de tú presencia;
y entonces piensas que nunca la conseguirás.
Paso tras paso, te haces más
fuerte, emerges de las sombras por una ilusión. Te transformas en cenizas
cuando crees que todo está perdido, cuando tú esperanza muere, y con un solo
ojo que te queda sigues mirando a la inalcanzable estrella, sonriéndote,
invitándote a volar.
Y te transformas en fénix, no son
tus alas de fuego quienes te acercan a la estrella, es tu espíritu ardiendo lo
que te lleva hacia ella; y quieres vivir, y ser fuerte para cuidarla y
protegerla.
De repente cuando estas cerca y
la miras, te deslumbras por su precioso brillo; y le amas; vuelas por un tiempo alrededor de ella; hasta
que la estrella pierde su brillo, y miras sus picos deformados; torcidos,
opacos.
Ahora no sabes si has sido tú
quien le ha robado el brillo, o es ella quien por voluntad se ha secado;
incluso tus propias alas de fuego empiezan a perder su fuerza, pues ya no
deseas a la estrella, así como te desecharon a ti, la desechas.
Miras como la estrella se
desprende de la inmensidad del firmamento, observas con dolor como impacta
contra el suelo y se transforma en un ser humano, desnuda y dolorida, la mujer
que está allá abajo, llora abrazada de sí y coloca su mano en el pecho que
desde la distancia observas tiene un descomunal hueco.
Te das cuenta que le has quitado
el corazón para volverte un fénix, que ella ha sido por quien vuelas, y debes
continuar; en tu vuelo observas más aves de fuego, son perpetuas, ahí por fin
después de un tiempo te encuentras con alguien como tú.
Ella camina a paso lento,
arrastrando su pies cargando consigo el corazón en sus manos, su corazón late pausado, el hueco en su pecho
es tan negro como el cielo del que se ha desprendido, y así caminando les
encuentra a ellos, los destrozados y de pronto te das cuenta que caer del cielo
es lo mejor que le ha pasado.
Lo mira por largo tiempo, también
tiene aquel enorme hueco y juega entre sus manos su cansado corazón
Ambos pasean por juntos cargando
sus respectivos corazones en sus manos, en el silencio él dice:
“Este pedazo de mí se
ha desprendido para que lo cubras con tus manos”.
Ella sonríe, toma el corazón y lo funde con el
suyo, sus almas y sus corazones se proyectan al que fuera un oscuro cielo,
llenando todo de luz.
Tal vez exista alguien para ti,
en el vacío de la noche, en la inmensidad de la luz; cada experiencia te acerca
más a tus estrellas, cada ilusión te acerca más a sus sonrisas, a veces el
dolor parece interminable, a veces buscar sin encontrar resulta agotador, a
veces deseas que el hueco de tú corazón se cierre para siempre, a veces tú lo
cierras y sepultas tus emociones, y cuando realizas estas acciones te cierras
como un cielo nublado, aun cuando no exista nunca lo que ames, o quizá nunca lo
encuentres debes saber que el sol está tras las nubes que coloreaste de tonos
grises.
Pero incluso y en muchos casos,
cuando menos lo esperas, aparece, ni muy tarde, ni muy pronto; sino justo a
tiempo.
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