¿Querer mirarte? La
distancia no hace uso de mis razones. ¿Buscarte? Igual hasta esa palabra para
ti suena ilógico.
Mejor un escape. Sí, es lo
más lógico a toda la situación. Cada palabra falsa de tus labios a mis oídos,
no sabes cuan desgastante es. ¿Desconfianza? La mayoría de la gente desconfía
de los demás, pero en ti no ha de caber algo más valioso, ni tu asquerosa
valía.
Valiente. Tu percepción de
muchos conceptos solo muestran la ignorancia de tu existencia. Cada revelación
en ti sólo causa conmoción, pero no haz de tratar nada para enfocar todos tus
sentidos en componer el error. ¿Consecuencia? El que yo, por ti, erradicara los
errores cometidos también por ti, y expulsara de mi ser la repugnancia que
causó tu llegada en mi vida.
Acción-reacción. ¿Cuál fue
la tuya? Hacer enredos de la realidad y victimizar hechos con pobres intentos
de retención; culpabilizar a la humanidad, y ya al verte derrotado, usar
artimañas y jugarretas tan artificiosas que ni mi propia alma entendía… Y por
supuesto, no quería entender.
¡Basta ya de querer
enmendarte! ¿Qué sucede si yo tomara ahora ese papel? … Nada.
Así como ese “nada” que
ocurrió cuando me veía sola; como ese “nada” en donde ya era vacío el
significado de esa compañía tuya; como ese “nada” que toma poder a la rienda de
ambos y te jala a un abismo de confusión.
Todo ese “nada”, que ahora se ha vuelto tu agonía y esa inagotable
sensación de que ahora todos tus errores y pecados vuelan tras de ti, en busca
de esa presa que no es capaz ni de cuidar de su propia piel.
Señoras y señores, damas y
caballeros; tú, ser orgulloso. Ha de ser honor mío el presentar la función de
la desesperación de una entidad, el horror de una sonrisa torcida y la
humillación a carne propia de uno de mis espectadores.
Bienvenidos a la nueva
realidad, que ya es caer en una propia desesperación y la introducción a un
amargo trago de locura (mí locura). La función de ésta noche es: Una dulce
venganza.
Isabel
N. Osnaya
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