Plasmada en mi mente se encuentra tu rostro, mostrando su
sonrisa siempre habitual, la cual me hace enloquecer; esa mirada tan profunda
que, si intentas descifrar, terminas perdiéndote en ella. Cada rasgo en ti es
preciso en mi memoria; no había duda que me había aprendido bien tu forma.
Conteniendo una sonrisa me levanto de mi cama, observando a
mi alrededor que todo sigue igual. Me deshago de mi absurdo pensamiento
pues, ¿de qué sirve alimentar la imaginación
si lo que sucede en la realidad es prácticamente lo contrario? ¿Para qué seguir
fingiendo una valentía irreal? Todo ya estaba claro, pues nada de lo que
pudiera hacer iba a cambiar el hecho.
Sé que alguien no se debe aferrar a una idea equivocada; nadie
debería creer la idea de que si piensas demasiado en alguien, esa persona te
mirará. Pero aquí sigo, trayendo a mi mente una y otra vez tu rostro,
intentando explicar el por qué nada puede ser como se quiere.
En un momento fugaz me tenías ceñida a tu cálido abrazo,
protegiéndome, haciéndome pensar ideas equívocas sobre lo que era el acto en
sí… vaya error. Tus miradas eran tales, que no importaba quién o qué estuviera
a mí alrededor, todo se iba perdiendo, desvaneciendo, dejándome sola contigo,
sin nada, ni siquiera el tiempo ni las palabras.
Todo se dibujaba en un futuro completo, intacto, construido
con palabras, caricias y abrazos. No lo hicieron los besos… no… Los besos en
una amistad sólo corroen el alma y el pensamiento; los besos cruzan los sentidos
con los sentimientos, los revuelven, los mal entienden. Eran sólo sus caricias;
el leve roce de su mano contra la mía. Sus abrazos. Su piel. Su tacto. Su
calidez. Solamente él.
Y aquí viene de nuevo el golpe de realidad. ¡Basta! ¿Quién
le puede explicar a los sentimientos que no hay lugar para la irrealidad?
Silencio. De nuevo el silencio responde con su habitual sin sonido. No hay
nadie que pueda explicar con razones lo que no entiende el corazón.
Y así termina siendo
de nuevo el día, creyendo que en algún momento pasará el que de nuevo me
estreche contra él; que de nuevo rozará mi rostro con la punta de sus dedos;
tener siempre su rostro cerca del mío; el sentir su abrumadora mirada
cruzándose con la mía, sabiendo que no necesito nada más, ni palabras ni ruido,
sólo su mirada para perderme en un mar de sentimientos; el que de nuevo vuelva
a sonrojarme cuando sienta que está presente.
¿Por qué? ¿Por qué si en un momento lo tenía tan cercano,
tan tangible, de repente se pierde, se va alejando, tornándose como un extraño?
¿Por qué? Nada tiene sentido. ¡Nada! Lo pienso hasta la locura. Hasta las
lágrimas. Hasta el grito. Hasta el llanto… La razón se va perdiendo, sumiéndose
de nuevo en el sueño, en la imaginación… Y de nuevo estoy soñando con su
presencia, como antes. De nuevo en mi mente se dibuja el escenario en donde sus
dedos pasan por mi rostro; donde su mirada se sumerge en la mía; donde sus
labios se aprietan sobre mi frente; donde yo sentía que no había nada más perfecto
que estar simplemente en su compañía.
Isabel N. Osnaya
No hay comentarios:
Publicar un comentario