¿Egoísta? Sé que debería siempre decirte
lo que pienso, pero a veces es más difícil de lo que parece. No todos actuamos
de la misma manera en como tú esperarías que fuera. Sí, soy diferente, en todos
los sentidos: En mi pensamiento, en mi forma de ser, en mi capacidad de entenderte…
Aunque, básicamente no te entiendo.
¡Ha! No transformes tu risa torcida en
una mueca de molestia, sé que me entiendes, sabes de lo que hablo, sabes que no
puedes ocultarme nada, pues tu mirada me dice todo. Haz subestimado mi capacidad
de ver a través de las personas, haz subestimado el tiempo que llevo
observándote; te costará muy caro… Mírame, mírame bien. Grábate bien en esa
memoria tuya el rostro de quien te acusa, el rostro de la persona que ahora te
desprecia tanto como alguna vez llegó a adorarte.
¿Entiendes? Todo ha cambiado. En un
abrir y cerrar de ojos todo esto se derrumba; no costó demasiado, ¿cierto? El
tiempo, los días, lo años en que todo esto fue forjado se va por un vacío sin
fin, a donde las cosas se pierden, se olvidan; en donde la suciedad puede
comerse la belleza que se tenía… Sólo una palabra, una acción estúpida de tu
parte bastó para tal acto. ¿Y me preguntas que si te odio? No, no te odio, el
odio es lo mejor que puedes llevarte de mí. Tampoco te detesto; detesto el
cielo, el sol, la luna, las noches… Cada cosa que compartimos juntos, eso es lo
que detesto. Yo, lo que puedo desearte y ofrecerte es la muerte misma. Deseo
que de ahora en adelante lo que hagas sea lo propio de tu destino, lo que en
verdad mereces.
Ahora, fingiré que tu existencia hasta
ahora ha sido borrada. Lo que pude ofrecerte lo haz arrancado de mi ser. Tengo
lo que siempre he tenido, me acompañan los que siempre debieron ser mis amores.
Soledad. Tristeza. Oscuridad. Odio. Maldad… Se arremolinan a mí alrededor
porque saben que ahora es cuando los necesito. Te acechan, te siguen, controlan
cada uno de tus pasos mientras yo me rio de tus estúpidos intentos de
supervivencia. Nada ni nadie puede salvarte.
Te condenaste desde el primer día que me
conociste, mis advertencias no fueron suficientes, ahora recibes lo que
mereces. Las cadenas que aprisionaban a mi verdadero ser, las haz roto… De
ahora en adelante ten el honor de conocer al ser que amaste, al que juraste
amor eterno, al que besabas con esa pasión fingida. Nada te oculté, supiste
todo de mí, hasta de mi vacía existencia, de mi pasado que no sé, de los sueños
que juré… Pero jugaste, actuaste, y lo hiciste muy bien. Aplaudo tu hazaña, tu
asquerosa valentía. Se ha acabado tu tiempo, y ahora debes pagar.
Despídete de esta vida y la otra;
despídete de este mundo y el que te espera, porque yo te perseguiré, como una
bestia persigue a su presa. Haré de tu existencia tan miserable, como tú
lograste desvanecer lo único en lo que creía. Despídete de todo, despídete de
lo que alguna vez fui, porque jamás podrás volver a ver en mí esa sonrisa
afectuosa y esa mirada de inocencia. Debo agradecerte, jamás debí salir de mi
verdadero camino, de mi verdadero destino. Las cosas van en donde deben de ir.
Las personas merecen lo propio que crean.
Te olvidarán, vaya que lo harán. Lo que
en verdad quisiste, lo que de verdad amaste, todo te olvidará. Es hora de
marchar, camina y no voltees atrás, de nada sirve tu inservible pena a alguien
que es autora de ella.
Isabel N. Osnaya
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